La controversial semifinal entre América y Morelia

En el vestidor visitante del Estadio Azteca, aquel domingo 26 de junio de 1988, todo era euforia. Morelia estaba en la final de la temporada 87-88 tras empatar en el global 5-5 contra el América; al anotar un gol de visitante más que las Águilas, los michoacanos tenían el pase al juego anhelado.

La Tota Carbajal, Nicandro Ortiz (presidente del Morelia) y Luis Martínez Villicaña (gobernador de Michoacán) estaban abrazados, nosotros festejando, todo era felicidad”, cuenta a Excélsior Mario Díaz, capitán de unos Canarios que ya se sentían en la final.

Pero a la mitad de los festejos, “viene la tocada al vestidor del árbitro abanderado para decirnos que yo, como capitán, tenía que ir a hablar con él sobre el reglamento”.

Díaz regresó al vestuario con el reglamento en sus manos para avisar que tenían que patear penales para decidir al finalista. Aquella semifinal de la 87-88, más recordada por lo que pasó fuera de la cancha, aún cala hondo en todo Morelia, pero el 10 de aquel Atlético acepta que no existió ningún robo.

Para mí fue una confusión general porque ni el mismo árbitro sabía el reglamento, ni nadie. El único que lo leyó o lo checó, fue Arturo Rivera, quien me parece que da el aviso a Hugo Enrique Kiese, director deportivo de América. El gol de visitante ya valía igual en tiempos extra y nosotros no lo sabíamos”.

Ningún jugador quería regresar a tirar. Ni el presidente del equipo, ni el técnico Carvajal aceptaban que el Morelia buscara un pase que sentían suyo, pero fueron obligados por el entonces gobernador de Michoacán, presente en el vestidor. “Luis Martínez Villicaña nos insistía en regresar. Él nos decía: ‘Les vamos a ganar a éstos’, con muchas groserías, y al final ellos decidieron”.

Mario sabía que en los penales América iba a pasar. “Psicológicamente nosotros estábamos muertos. De la gloria pasamos a la duda, a la incertidumbre. Muchos ya estaban cambiados y tuvimos que regresar”.