Denuncia acoso laboral de director de Conafe; presenta demandas
El es un hombre que mide 1. 80 o 2 metros; yo mido 1.60 y sólo vi su mandíbula apretada, sus ojos rojos enfurecidos, su cara roja, alzó los puños (a la altura del pecho) y me dijo ‘No me vuelvas a hablar así enfrente de la gente’, en ese momento me quedé pasmada, no entendía lo que estaba pasando”.
Este fue el último episodio de violencia laboral que Rosa Aguilar, con 14 años de una trayectoria ininterrumpida en la administración pública federal pudo soportar. El terrorismo laboral que vivió por parte de su jefe, el director general del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) Cuauhtémoc Sánchez Osio, fue tal que la orilló a renunciar a su cargo de subdirectora de Comunicación y Difusión del organismo, en el que llevaba cinco meses.
Los hechos ocurrieron el 1 octubre. Ese día por primera vez Rosa sintió que corría peligro. Pero durante tres meses ya había sido maltratada, intimidada, hostigada, insultada y humillada por el funcionario público, quien lleva 11 meses al frente del Consejo.
La necesidad, el miedo e incluso la vergüenza hicieron que soportara este acoso y que hasta intentara culparse por haber hecho algo tan mal en su trabajo que justificara la furia de Sánchez Osio, quien antes de llegar al Conafe trabajó como director de Programas Sociales en la extinta Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y fungió como director general de Diconsa.
“Estas agresiones se fueron incrementando el 30 de septiembre y el 2 de octubre; me pidió a mí realizar una presentación ejecutiva (…) Entró en cólera, entró en rabia, en enojo, en humillaciones, revisaba los datos que venían en esa presentación y no le gustaban y entonces empezaba gritar, “cómo es esto, estas chingaderas quién las escribió, cómo es posible que me estén poniendo estas pendejadas, o sea, gritaba y me ofendía. Esa vez, fueron tres horas de estar escuchando agresiones, violencia, manoteo, golpes del escritorio por parte del director”.
“En algún momento seguía revisando él la presentación y alguna gráfica o alguna información que a él no le pareció; aventó el plumón del pizarrón con furia, que casi le pega a un compañero de los que estaban ahí; se levanta a recoger el plumón y en esa vuelta, yo estaba de su lado izquierdo, pasó, golpeó el respaldo de mi silla, obviamente con el golpe, lo sentí, sentí el impacto, recoge el plumón y regresa nuevamente y vuelve a golpear la silla, yo traté de controlar miedo, nervios y angustia; mis manos estaban sudando”, narró.
Rosa, de 40 años de edad, acostumbrada al trabajo bajo presión, comenzó a tener insomnio, dejó de comer y el cabello se le comenzó a caer.
“Yo tenía terror, trataba de controlar el nervio, sentía mucho estrés, no es fácil darte cuenta que estás siendo vulnerada, que sufres violencia laboral, emocional y sicológica”, explicó.
El 8 de octubre, Rosa ya no pudo más y presentó su renuncia. Hoy todavía sufre insomnio y cuando logra dormir tiene pesadillas. Le tomó un mes aceptar que fue una víctima de violencia laboral.
“Se habla mucho de la violencia hacia las mujeres en lo sexual y en el hogar, pero se deja de lado lo laboral y es una situación muy fuerte la que se vive en ese ámbito, porque aún nos siguen viendo vulnerables, débiles”, planteó en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Pero su caso no es una excepción. El 62 por ciento de la población trabajadora en México ha padecido acoso laboral, según una investigación de la UNAM.
De acuerdo con el estudio realizado por investigadores de la Facultad de Psicología, 60% es un tipo de acoso descendente, es decir, de jefe a subordinados y las consecuencias son sicológicas, biológicas y laborales. Las víctimas reducen su productividad, se ausentan del trabajo, renuncian, tienen mayor tendencia a enfermarse, insomnio, estrés y hasta ataques de pánico.
Según Gloria Careaga Pérez, directora del Programa de Sexualidad, Salud y VIH de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), ocho de cada 10 trabajadores han presenciado un acto de acoso laboral contra un compañero y la mayoría, es decir siete de cada diez, reporta que estos actos son ejercidos principalmente por los jefes.
Tras un mes y medio de su renuncia Rosa, aún no logra superar las consecuencias de la violencia de que la que fue víctima
“Mi autoestima está por los suelos laboralmente, emocionalmente; me siento muy lastimada y muy vulnerada porque no es normal que tenga pesadillas, no es normal que no pueda dormir o que de repente quiera estar dormida todo el tiempo”, confesó.
La magnitud del fenómeno que vivió la extrabajadora del Conafe es de tal dimensión, según la investigación de la UNAM, que 66% de los trabajadores que sufren el denominado mobbing han abandonado su trabajo y 27% no logra superar sus efectos; mientras que sólo 20% de los afectados reporta ser víctima.
“Hoy me doy cuenta y digo ‘cómo es posible que la violencia laboral la veamos ya como algo cotidiano y no alcemos la voz porque la gente te puede calificar de ¡uy, no aguanta nada! o no pudo, no podemos quedarnos calladas, yo me callé por necesidad, sí, pero hoy alzo la voz por dignidad”, expresó.
Por eso Rosa decidió denuncia a su agresor, Cuauhtémoc Sánchez Osio, ante la Secretaría de la Función Pública, el Órgano Interno de Control del Conafe, el Órgano Interno de Control de la Secretaría de Educación Pública, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación por violencia laboral, hostigamiento y discriminación
Un estudio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) señala que en total 12 derechos humanos se violentan con el acoso laboral: el derecho a la vida; a la integridad psicológica y moral; al libre desarrollo de la personalidad; al acceso a una vida libre de violencia; la prohibición de la discriminación; al trato digno; al derecho a la honra; al derecho al trabajo; al medio ambiente laboral sano; a las condiciones justas de trabajo; a la igualdad ante la ley; y al nivel de vida adecuado.
“Es muy difícil, y yo entiendo perfectamente porque a veces guardamos silencio, por necesidad muchas veces toleramos y aguantamos muchas cosas porque tenemos miedo a perder nuestro trabajo, hay madres solteras que tienen familias que mantener pero mi mensaje es que no se queden calladas, sé que es muy difícil y es una batalla muy, muy dura porque tener que estar recordando es complicado, pero a la larga, en mi caso, sé que denunciar me va a ayudar a salir adelante, porque no debemos permitir que nadie nos humille, que nadie pasé sobre nosotros y menos por ser mujeres”, concluyó Rosa.
Los datos
- 62 por ciento de los trabajadores sufren de mobbing, un tipo de acoso laboral o malos tratos que puedan dañar su integridad y salud.
- De acuerdo con una investigación realizada por investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 30% de los afectados tiene malestares graves o crónicos y experimenta falta o exceso de apetito.
- Uno de los problemas más graves que se enfrentan, concluye la investigación, es que 85% de las empresas no tienen estrategias de intervención para actuar a fin de atender este problema.
- A nivel mundial se estima que cerca de 12 millones de personas sufren este tipo de acoso, según la Organización Internacional del Trabajo.
- Un estudio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) señala que en total 12 derechos humanos se violentan con el acoso laboral: el derecho a la vida; a la integridad sicológica y moral; al libre desarrollo de la personalidad; al acceso a una vida libre de violencia; la prohibición de la discriminación; al trato digno; al derecho a la honra; al derecho al trabajo; al medio ambiente laboral sano; a las condiciones justas de trabajo; a la igualdad ante la ley; y al nivel de vida adecuado.
- El término mobbing fue acuñado por Heinz Leymann, quien usa el concepto para definir una situación en la que una persona ejerce violencia sicológica extrema, de forma sistemática, recurrente y durante un tiempo prolongado para entorpecer las labores y destruir las redes de comunicación y reputación de alguno de sus compañeros.