Madrid y Barcelona las manzanas de la discordia en España
Desde que se conocieron los resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo, ningún partido político español ha soltado la calculadora. Han sido días de sumar, restar, sumar… posibles alianzas, hipotéticos pactos.
Pero si en España es necesario conjugar un verbo ése es “negociar”. La nueva realidad española, cada vez más fragmentada políticamente (en los últimos años se ha pasado de tener dos partidos nacionales a cinco), aboca irremediablemente a la negociación política si se quiere gobernar. La victoria en las urnas no se traduce automáticamente en llegar al gobierno.
La fragmentación obliga a aceptar una obviedad: “ahora gobernar significa pactar, es decir, reconocer a los otros, abandonar los maximalismos, rehuir las líneas rojas y buscar el mínimo común denominador”, asegura el analista del diario La Vanguardia, Antoni Puigverd. Así que la política española inicia dos semanas frenéticas de negociaciones, hasta el 15 de junio, para conseguir pactos de gobierno en las dos principales capitales que están en disputa: Madrid y Barcelona.
En la capital española, la actual alcaldesa, Manuela Carmena, con su plataforma de izquierda Más Madrid ganó las elecciones, pero la suma de sus ediles no le dan la suficiente fuerza para formar gobierno. En el caso de Barcelona pasa algo similar: la victoria se la llevó el político independentista Ernest Maragall, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), quien tampoco cuenta con los concejales necesarios para gobernar. En los dos casos es imprescindible llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas, en muchos casos antagónicas. Y ahí es donde empiezan los problemas.
Pacto de derechas
El escenario en la alcaldía de Madrid, de momento, se presenta más favorable para las fuerzas conservadoras, que juntas (PP, Ciudadanos y Vox) suman 30 concejales. Superan la mayoría absoluta que es de 29. Pero, para lograr este pacto hay que solventar un importante obstáculo: el veto que Ciudadanos impuso a Vox, no quiere sentarse en una mesa de negociación en la que esté el partido ultraconservador Vox. En respuesta, Vox ya avisó que, además de sentarse en esa mesa, quiere formar parte del gobierno de Madrid. Esta situación dificulta en extremo la posibilidad de que el candidato del PP, José Luis Martínez Almeida, consiga la alcaldía, ya que necesita por igual del apoyo de Ciudadanos como el de Vox.
Acuerdo AntiVox
Una posibilidad, remota y frágil, pero posibilidad al fin y al cabo, es que las izquierdas (Más Madrid y PSOE), que consiguieron 27 concejales, den apoyo a Ciudadanos y a su candidata Begoña Villacís en el Ayuntamiento y, recíprocamente, Ciudadanos dé apoyo a al candidato del POSE, Ángel Gabilondo, en la Comunidad de Madrid para que sea presidente. Todo esto con la finalidad de que la extrema derecha, representada en Vox, no llegue ni tenga influencia en ningún gobierno. “No es fácil, pero sí posible”, han expresado fuentes socialistas.
En Barcelona también la incertidumbre es mucha y los pactos complejos. El ganador de las elecciones, Ernest Maragall (ERC), y la alcaldesa en funciones, Ada Colau (Barcelona en Comú), que quedó en segundo puesto, no se mueven de sus propuestas de alianzas postelectorales. Maragall quiere un pacto con Colau y los independentistas Junts per Barcelona, pero Colau dice que con la derecha ni hablar. Colau, a su vez, pretende un tripartito progresista con ERC y el Partido Socialista (PSC), que se autoexcluyen porque les separa su postura sobre el proceso independentista. Una alianza que se antoja complicada.
Apoyo inesperado
La realidad es que la decisión está en manos de Ada Colau. A la actual alcaldesa le surgió un apoyo inesperado por parte de Manuel Valls, candidato a la alcaldía por Ciudadanos.
El exprimer ministro francés puso a su disposición, “sin condiciones”, sus seis concejales, para evitar que “Barcelona tenga un alcalde independentista”. Colau, que con sus diez concejales más los ocho del PSC, necesitaría sólo tres para conseguir la mayoría absoluta (21), debe dirimir si accede al gobierno de la capital catalana con el apoyo de un partido de derechas como es Ciudadanos o permite que el independentismo por primera vez en la historia ocupe la alcaldía de Barcelona.
El futuro del gobierno en las dos ciudades más importantes en España está en el aire.
Es más que probable que los partidos políticos tengan que hacer alianzas inimaginables e indeseables, pero que son la única manera posible de formar gobierno. Tendrán, pues, que verse obligados a conjugar ese verbo tan devaluado como necesario que es “negociar”.