
Elecciones: entre el acordeón y el abstencionismo
El arte de la fuga
Desiderio García Sepúlveda
Este fin de semana, México será escenario de una elección inédita: por primera vez, la ciudadanía votará para elegir a integrantes del Poder Judicial de la Federación. Sin embargo, lo que podría representar un avance democrático se ha transformado en un ejercicio viciado, opaco y, peor aún, profundamente manipulado. La participación libre y razonada que exige Guadalupe Taddei Zavala, consejera presidenta del INE, parece una aspiración lejana frente a la realidad de acordeones partidistas, campañas de abstención y una avalancha de candidatos imposibles de conocer.
La elección se presenta como una oportunidad para acercar el Poder Judicial a la ciudadanía, pero el diseño mismo del proceso lo contradice. Se convoca a 99.7 millones de mexicanos para elegir 881 cargos judiciales de entre más de 3 mil 400 candidatos, distribuidos en seis boletas federales —sin contar las entidades federativas en donde se realizarán elecciones locales de manera conjunta—. En Tamaulipas, por ejemplo, también se elegirán 147 cargos judiciales, distribuidos en cuatro boletas adicionales. Esto significa que los votantes tamaulipecos llegarán a la casilla con diez boletas en mano, enfrentando un ejercicio abrumador. La pregunta inevitable es: ¿cómo emitir un voto razonado y libre cuando ni el tiempo, ni los recursos, ni el diseño institucional lo permiten? La mayoría de los perfiles son técnicos y desconocidos para el público en general. Por lo tanto, el ejercicio democrático se convierte en una simulación.
Ante este vacío informativo, han proliferado los llamados “acordeones judiciales”: listas prediseñadas que circulan por WhatsApp, Telegram y en eventos comunitarios, recomendando nombres de candidatos supuestamente afines tanto al oficialismo como a la oposición. Los partidos justifican estas listas como herramientas “informativas”, pero en realidad son mecanismos de control del voto, diseñados para arrastrar apoyos en masa, no para fomentar decisiones conscientes.
Taddei intenta tranquilizar a la opinión pública al afirmar que portar notas personales no está prohibido; sin embargo, reconoce que seguir listas impuestas “anula el voto consciente”. Esta ambigüedad institucional revela un problema más profundo: no basta con instalar 84 mil casillas y prometer transparencia técnica si el sentido mismo del sufragio está condicionado por estrategias de movilización y propaganda.
En el otro extremo del espectro, figuras como Ciro Murayama y Lorenzo Córdova llaman a la abstención, calificando el proceso de “farsa democrática”. Aunque su postura puede parecer extremista, también refleja el desencanto frente a una elección que, lejos de fortalecer al Poder Judicial, lo somete a la lógica del clientelismo y el dedazo. ¿Cómo esperar la independencia de magistrados que acceden al cargo gracias a pactos oscuros y votos inducidos?
Es particularmente grave que se esté eligiendo a quienes dictarán la justicia en México mientras el propio proceso está plagado de irregularidades. La presidenta Claudia Sheinbaum intentó diluir las críticas a su partido al afirmar que “también hay acordeones de la derecha”, como si la existencia de múltiples trampas justificara su uso. Lo cierto es que esta elección no solo distorsiona la democratización del Poder Judicial, sino que lo contamina.
La democracia no se defiende con simulacros. Si el objetivo era acercar el Poder Judicial al pueblo, el resultado ha sido el contrario: ha sumido a la sociedad en una lucha partidista carente de garantías de imparcialidad y legitimidad. El voto, ese acto supremo de libertad ciudadana, está ahora sitiado por intereses políticos y desinformación masiva.
Es urgente repensar este experimento antes de repetirlo. La participación ciudadana debe construirse sobre la base de información veraz, procesos accesibles y respeto por la inteligencia del electorado. Si realmente se desea democratizar el Poder Judicial, el primer paso no es multiplicar boletas, sino construir confianza. De lo contrario, esta llamada “nueva democracia” no será más que un retroceso disfrazado.