Sofía Alonso Perches en el país de los enmascarados
Sofía Alonso Perches creció corriendo en los pasillos de la Arena México, en un mundo surrealista donde los héroes se asoman con máscaras y nombres mitológicos. Es bisnieta de Salvador Lutteroth González, el llamado padre de la lucha libre, quien combatió en la Revolución al lado de Álvaro Obregón y contra Pancho Villa. El mando pasó a Salvador Lutteroh hijo y después al nieto Paco Alonso. Sofía cumplirá 29 años en agosto y, tras la reciente muerte de Paco Alonso, su padre (5 de julio pasado), se hace cargo del Consejo Mundial de Lucha Libre.
La pequeña de grandes anteojos que miraba asombrada a los gladiadores se ha convertido en la joven mujer al mando de un mundo saturado de hombres, la mayoría rudos. Ella nos cuenta la historia de su bisabuelo, el árbol genealógico de los Lutteroth y cómo es que la responsabilidad del CMLL cayó en sus manos.
¿La Arena Modelo fue la primera?
Mi bisabuelo se acercó con los dueños de la Arena Modelo y les presentó el proyecto de lucha libre. ¡Es una locura!, decían. Su primera arena la puso en lo que ahora es el estacionamiento de la Arena México. Era una estructura de madera con lona. Poco a poco fue comprando los locales aledaños: una maderería, vecindades, hasta hacerse de la manzana que hoy es la Arena México.
¿Se lo contó su papá Francisco Alonso?
No sólo me contó la historia, sino el carácter de mi bisabuelo y su empeño en hacer del CMLL el mejor espectáculo de lucha libre en el mundo. Mi papá comenzó a trabajar desde los 16 años con su abuelo (Salvador Lutteroh González). En una temporada hacía tortas, en otra rentaba los cojines. Hasta que llegó el día en que mi bisabuelo lo puso al frente de la programación. Mi padre dedicó a esta empresa 46 años.
Salvador Lutteroth González tuvo cuatro hijos.
Salvador, Héctor, Enrique y Elsa. La última fue la que le dio el primer nieto a Salvador Lutteroth y le puso Francisco, mi padre. Francisco Alonso. Fue el único varón, además de cinco mujeres de mi abuela Elsa.
De los cuatro hijos que tuvo Salvador Lutteroth, su primogénito, del mismo nombre, fue el primero en heredar el cargo de la lucha libre.
Por lo que me han contado, a mi tío abuelo (Salvador Lutteroth hijo) le gustaba más el box, y su papá le encargó que fuera a Tijuana a ver otros negocios. Mi tío Chavo se fue como empresario al norte y, a sus 94 años, da clases de box. Él y mi papá trabajaron juntos muchos años. Chavo era el encargado de las arenas y mi papá de las promotoras de lucha libre en las arenas México, Coliseo, Puebla y Guadalajara.
¿De cuántos luchadores hablamos?
En la Ciudad de México tenemos un roster de 120 y, en Puebla y Guadalajara, entre 40 y 50 por arena. Nosotros llevamos talento a provincia y allá, los que van sobresaliendo, vienen a mostrarse a la Ciudad de México.
¿Cómo fue su niñez en un mundo de hombres enmascarados?
Soy la única hija de Paco Alonso y siempre tuvimos una relación muy especial. Siempre dije que mi papá, al no tener hijo varón, me hizo una ‘hijoa’. Conmigo jugaba ajedrez, luchitas, veíamos la F1, todas nuestras funciones de lucha libre. Desde los seis años me enseñó a disparar un arma. Mi personalidad se formó en cuanto a los gustos de mi padre y a su carácter.
Correr en los pasillos de la Arena México.
Me asomaba al pasillo de los vestidores y no se me olvida cuando venía al Gigante Silva, brasileño impresionante de 2.10 metros. Se me hacía fantástico. Me sentía como Alicia en el País de las Maravillas. Veía a Atlantis, a Universo 2000, al señor Carmelo Reyes, Blue Panther, al Negro Casas.
¿¿Se llegó a poner una máscara?
¡Claro! Tengo colección en mi casa, de las que me regalaron los luchadores cuando venía de niña, con mis lentes y toda chiquitita. Me regalaban las máscaras de la función en turno.
Imagino la casa de los Alonso llena de máscaras, capas y fotos.
En la casa no, pero como familia Lutteroth tenemos una colección de máscaras, campeonatos, fotografías, revistas, botas, capas. Es una colección privada.
¿Y en qué momento la niña Sofía Alonso deja de asomarse a los pasillos de la Arena México y se mete a las oficinas?
Yo fui a hacer una maestría a Inglaterra, soy maestra en sociología, en estudios de género y desarrollo internacional. Me fui en 2012 y regresé en 2015. Mi plan a era trabajar en apoyo al desarrollo de la equidad de género en México, pero por accidentes de la vida me metí a trabajar en la Arena México y dije de aquí no me sacan jamás. Este mundo es surrealista, mágico, y tiene una cantidad de aristas tan fascinantes al ser cultura, deporte, espectáculo, negocio, historia, arte. Tenemos el espectáculo que reúne a la mayor variedad de personajes y sectores sociales que existe en el mundo. Tengo aquí desde la persona más humilde hasta senadores, diputados, empresarios internacionales, directores de cine americanos, artistas europeos, diplomáticos. Es un hervidero social insustituible, en ningún otro lado del mundo vas a encontrar esa variedad. La lucha libre es el máximo símbolo de la identidad mexicana en el extranjero. Además, cuando viene un extranjero, lo primero que quiere ver es la lucha libre.
Ya hay lucha libre en Inglaterra y en Japón.
Tenemos dos sociedades con las mejores promotoras en Japón (New Japan Pro Wrestling) y Estados Unidos (Ring of Honor). Año con año hacemos intercambio de talento. Los japoneses nos mandan a sus luchadores jóvenes para que aprendan nuestro estilo y cuando regresan llevan nuestra escuela.
¿Hace un par de semanas usted era la directora comercial.
Yo me encargaba de ver patrocinios de publicidad, la relación con las televisoras, nuestra sociedad con las empresas extranjeras, proyectos turísticos. Ésa era mi chamba. Por desgracia, por el fallecimiento de mi padre a los 67 años, me toca ahora estar al frente. Ni me avisó. Me parte el corazón, siento su ausencia de una manera insustituible. Me cae de repente su chamba, y ahora, además del área comercial, tengo que atender la cabeza de programación, prensa, producción. Gracias a Dios tuve la oportunidad de trabajar tres años con él, fui su sombra y conozco su trabajo.
¿Cuáles son sus retos?
Que mi talento (los luchadores) se sienta seguro y tranquilo conmigo, que esto sigue siendo serio y estable. Irme organizando con los equipos de trabajo de mi padre para ver cómo podemos mantener lo que hacemos de maravilla y cómo podemos evolucionar.
¿Siente la presión?
Claro. Es un reto impresionante, pero también una oportunidad impresionante. Lo que me llena de gasolina, día a día, es que esto me recuerda a mi papá. Estar aquí, en la Arena México, es estar con él. No es cuestión de dinero, sino de hacer a mi padre orgulloso, de mantener su esfuerzo y su legado.
Salvador Lutteroth González tuvo cuatro hijos e incontable el número de nietos y bisnietos. ¿Por qué recae en usted la responsabilidad del Consejo Mundial de Lucha Libre?
Nadie más sabe hacer lo que yo en el CMLL. De los bisnietos de Salvador Lutteroth González somos un montón, pero el 95 por ciento de la familia vive en Baja California Norte. Acá quedamos poquitos y la única que estuvo al lado de mi papá en la promotora fui yo.
Una pregunta ruda. ¿Alguien se ha preguntado qué hace una mujer a cargo de un negocio donde la mayoría son hombres?
Claro que sí. Pero yo les digo que esto no es cuestión de género, sino de conocimiento y competencia para el puesto. Que exista un caballero más preparado que yo para este cargo, no lo creo.
¿Y qué sigue?
Me gustaría continuar con la expansión internacional de la lucha libre. Ya tenemos seguras varias giras fuera del país y nos estamos inmiscuyendo en otros países en plataformas OTT. Buscamos nuevas alianzas e impulsar más a mis talentos.
Ya existen otras promotoras en México.
No hay otra promotora que tenga 86 años, la lucha libre en México nació en esta empresa. La historia que tenemos nos hace insustituibles y fuera de competencia.
¿Usted es ruda o técnica?
Ruda para negociar y técnica para mandar.
¿Qué fue lo último que platicó con su papá?
El jueves 4 de julio en la noche lo fui a visitar. Estaba acostado y sólo me acerqué para darle un beso y decirle buenas noches. Al otro día me avisaron que se lo llevó una ambulancia. Cada viernes tenemos juntas y no me quiero sentar en su silla. No lo voy a sustituir.